Digno representante del
surrealismo belga que tuvo en Paul Delvaux y en René Magritte sus
más ilustres representantes, Jan Van der Loo (1908-1978) ganó en poco tiempo tres premios nacionales y
expuso once veces unas obras correctas y trabajadas pero sin un
factor diferencial: paisajes impresionistas, naturalezas muertas,
flores, desnudos, composiciones y retratos.
Fue su encuentro con la cultura latino-árabe la que dio a Van der Loo su fuente de inspiración. A partir de 1953, como consecuencia de un viaje por África y en el antiguo Congo Belga, las pinturas de Van der Loo viraron hacia un surrealismo de gran poder intelectual. Ilusiones de poder, ruinas de palacios, mezquitas, arcadas, templos, torres de Babel, fuentes y porches antiguos de arquitectura islámica ornan con discreción y elegancia inmensos paisajes planos, rocosos y desérticos. Infinitos y llenos de espacio, estos paisajes son siempre los protagonistas en las composiciones del artista flamenco. Si Van der Loo parece atender más a la escenografía que a las figuras que en ella se desenvuelven, al contrario que su contemporáneo Dalí, es que éstas también forma parte de la naturaleza de la que Van der Loo estaba enamorado.
Exuberantes, humanizadas,
idealizadas e antropomórficas, las formas pertenecientes al reino
animal y vegetal se metamorfosean, presas de extrañas
transmutaciones, pero son, ante todo, expresivas y traducen
sentimientos físicos y morales. Así, los vegetales muertos y las
interminables ramas y raíces gigantes se abrazan, a menudo, como
brazos infinitos, cuando no se funden o emanan directamente de
agraciadas y bellas mujeres ingrávidas y flotantes entregadas a los
mismos con embeleso. Precisamente la mujer, muy presente en las
composiciones de Van der Loo, no parece tender tanto a un erotismo -
que en todo caso resulta delicado y sin excesos - sino ser la
continuación o lo prolongación de la naturaleza y transmitir la
simbiosis entre una y otra, de misma sensualidad exacerbada. La mujer como creadora y símbolo de vida, la mujer como elemento
natural, la mujer, al igual que la
naturaleza, como fascinante milagro y eterno interrogante. Y es que Van der Loo materializó plásticamente, como
afirmó el crítico de arte Carlos Areán, el sutil pensamiento orientalista de Lao-Tse,
quien escribía:
El espíritu del valle no
muere
Es la hembra misteriosa
La puerta de lo misterioso femenino
Es la hembra misteriosa
La puerta de lo misterioso femenino
es la raíz del universo
Ininterrumpidamente prosigue su obra sin fatiga
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Jan Van Der Loo - La femme bleue |
Son también parte
íntegra de estos mundos oníricos y cautivadores algunos figurantes
silenciosos y discretos: un viejo, un sabio, un mendigo o un viajero
de rostro oculto que contribuyen a la implícita soledad y a la
carga de misterio de una atmósfera mágica y con una luz a menudo
fantasmágorica. La poderosa imaginación y el voraz apetito visual
del artista flamenco se extiende de lo real a lo irreal, a lo ya
imaginado y a lo inimaginable. La visión del mundo que nos ofrece es
de una inquietante e insólita poesía. Surrealistas, sí, pero
también hiperrealistas y con un lirismo y un humanismo poético que
nunca provocan ni brutalizan al espectador, esta obras llenas de
grandeza, de símbolos y de presencias cuentan con
influencias prerrenacentistas y renacentistas mezcladas, en
ocasiones, con
estructuras geométricas, redes, cenefas y graduaciones cromáticas
del opart - cuyo mayor exponente y padre es Victor Vasarely - que Van der Loo recrea con características nuevas y personales.
Pero todo este enorme
bagaje cultural y estas pretensiones intelectuales quedarían en nada
sin una técnica a la altura. Y es que Van der der Loo, además de un
esteta y un soñador, era, por añadidura, un profesional de la
pintura. Su dibujo es impecable y minucioso. Está construido con lentitud y
perseverancia, mediante un trazo elegante, suave, fluido y nunca
pesado. Como él mismo decía: “Detesto un dibujo mal realizado y
chapucero. El tema puede desconcertar o incluso chocar pero tiene que
ser válido plásticamente. Por encima de todo busco la belleza, lo
que puede producir una emoción duradera”.
Surrealista, romántica, fantástica, hiperrealista,
onírica, fruto de la mezcla de viajes, influencias y culturas,
dejémonos de calificativos para calificar la pintura de Van der Loo.
Al fin y al cabo, como afirmaba Lao Tse:
El nombre que se le puede dar
no es su verdadero nombre.
no es su verdadero nombre.